jueves

3 Cuentos Cortos de Terror

 

                                                          


El desafío del cementerio

Varias adolescentes habían ido a pasar la noche en casa de una amiga, aprovechando que sus padres estaban de viaje. Cuando apagaron las luces se pusieron a hablar de un viejo al que acababan de enterrar en un cementerio cercano. Se decía que lo habían enterrado vivo y que se le podía escuchar arañando el ataúd, intentando salir.

Una de las chicas se burló de aquella idea, así que las otras la desafiaron a que se levantara y fuera a visitar la tumba. Como prueba de que había ido, tenía que clavar una estaca de madera sobre la tierra de la tumba. La chica se fue y sus amigas apagaron la luz otra vez y esperaron a que volviera.

Pero pasó una hora, y otra más, sin que tuvieran noticias de su amiga. Se quedaron en la cama despiertas, cada vez más aterradas. Llegó la mañana y la chica no había aparecido. Aquel mismo día, los padres de la chica regresaron a casa y, junto al resto de padres, acudieron al cementerio. Encontraron a la chica tirada sobre la tumba… Muerta. Al agacharse para clavar la estaca en el suelo, había pillado también el bajo de su falda. Cuando intentó levantarse y no pudo, creyó que el viejo muerto la había agarrado. Murió del susto en el acto.





“¿Has subido a ver a los niños?”
Una adolescente está cuidando por primera vez a unos niños en una casa enorme y lujosa. Acuesta a los niños en el piso de arriba, y, cuando apenas se ha sentado delante de la televisión, suena el teléfono. A juzgar por su voz, el que llama es un hombre. Jadea, ríe de forma amenazadora y pregunta: “¿Has subido a ver a los niños?”.

La canguro cuelga convencido de que sus amigos le están gastando una broma, pero el hombre vuelve a llamar y pregunta de nuevo: “¿Has subido a ver a los niños?”. Ella cuelga a toda prisa, pero el hombre llama por tercera vez, y esta vez dice: “¡Ya me he ocupado de los niños, ahora voy a por ti!”.

La canguro está verdaderamente asustada. Llama a la policía y denuncia las llamadas amenazadoras. La policía pide que, si vuelve a llamar, intente distraerle al teléfono para que les de tiempo a localizar la llamada.

Como era de esperar, el hombre llama de nuevo a los pocos minutos. La canguro le suplica que la deje en paz, y así le entretiene. Él acaba por colgar. De repente, el teléfono suena de nuevo, y a cada timbrazo el tono es más alto y más estridente. En esta ocasión, es la policía, que le da una orden urgente: “¡Salga de la casa inmediatamente! ¡Las llamadas vienen del piso de arriba!”.





Un cadáver en la cama

Un grupo de amigas había decidido ir a [...] para pasar unos días. Se registraron en el hotel y subieron a su habitación a dejar el equipaje, pero notaron un olor peculiar, como si se les hubiera olvidado sacar la basura o no hubieran tirado de la cadena del váter. Sin embargo, todo parecía estar en orden, así que se fueron y no volvieron hasta la última hora de la noche.

El olor había empeorado notablemente a lo largo del día y ya era casi insoportable, de modo que llamaron a mantenimiento para que localizara su origen. La persona que les mandaron miró debajo de las camas, dentro de los armarios, incluso olfateó los desagües y las ventilaciones, pero no pudo encontrar la fuente del olor. Al final, limpiaron la habitación con generosas cantidades de productos perfumados, pusieron la ventilación al máximo y desearon las buenas noches al grupo de amigas. La peste estaba, por el momento, enmascarada, y como ellas estaban agotadas, se fueron a la cama. Una de ellas escondió la cartera debajo del colchón, como acostumbraba a hacer en los hoteles.

Todas durmieron hasta bien entrada la mañana: grandes rayos de sol entraban ya en la habitación, caldeándola en extremo. El hedor seguía presente y más potente que nunca. Una de las mujeres, ya bastante irritada, volvió a llamar al departamento de mantenimiento para quejarse. Luego llamó al director del hotel para quejarse un poco más. Un pequeño ejército de personal de dirección y mantenimiento se presentó en breve, y una vez más, rebuscaron por todas partes sin resultado. Sin embargo, todos estuvieron de acuerdo en que el olor era inaguantable, así que dirección ofreció cambiar a las amigas de habitación.

Recogieron sus cosas para bajar al vestíbulo, pero cuando la señora que había escondido la cartera hurgó debajo del colchón, tocó algo que parecía sospechosamente una mano humana. Quitaron el colchón de encima de la cama y ahí, en un hueco practicado entre los muelles del somier, había un hombre muerto. Era evidente que lo habían asesinado en la habitación y el asesino lo había escondido entre el colchón y el somier. Había recortado una parte de los muelles del somier para que el cuerpo no formara un bulto en la cama.


De Tened miedo… Mucho miedo. El libro de las leyendas urbanas de terror, de Jan Harold Brunvand.